El viernes 5 de abril quedará marcado como un viernes negro para el relato libertario. Javier Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, ejecutaron una devaluación del 30% que desmiente todos los dogmas que defendieron con soberbia durante meses. A la vez, el INDEC informaba que la inflación de marzo trepó al 3,7%, casi duplicando la cifra del mes anterior.
Lo que el oficialismo disfrazó como “flotación administrada” no es más que la admisión del fracaso de un esquema artificial, inconsistente desde el primer día, sostenido con represión de la demanda, controles invisibles y negación sistemática de la realidad.
No es la primera vez que Milei destruye sus propias promesas. Primero enterró la dolarización, luego el cierre del Banco Central, después celebró el “superpeso” y negó toda posibilidad de devaluación. Ahora, con el dólar a $1.400 y una inflación persistente, se desploma su segundo dogma en menos de 10 meses de gestión.
Este nuevo salto cambiario llega de la mano de un viejo conocido: el Fondo Monetario Internacional. El acuerdo firmado exige lo de siempre: más ajuste fiscal, metas de reservas inalcanzables, privatizaciones, reforma jubilatoria (incluyendo el aumento de la edad), y ahora, la flotación del tipo de cambio. Lo que Cambiemos no logró imponer con Macri, lo termina aplicando el libertario que decía venir a “dinamitar la casta”.
Mientras tanto, el gobierno intenta tapar el agujero con dólares prestados. Pero no hay cepo que se levante ni reservas que alcancen en un país donde el poder adquisitivo se derrumba, los salarios corren de atrás y la inflación no encuentra techo.
En medio de este escenario, Milei se enfrenta a un nuevo desafío electoral en mayo y a un creciente desgaste en su base política. La división interna, los errores de armado y el rechazo a acuerdos pragmáticos minan su fuerza territorial, mientras la realidad económica deteriora rápidamente su imagen.