Una parte del Estado se encuentra abocado a reestructurar el abultado volumen de deuda con sus acreedores privados. El perfil de vencimientos de la deuda pública marca un sendero que el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) no dudó en tachar de insustentable. Pero, ¿cómo llegó la Argentina una vez más a coquetear con el default?
El Banco Central, tratando de esbozar una respuesta a este interrogante, publicó la semana pasada su informe Mercado de cambios, deuda y formación de activos externos, 2015-2019. Allí describe el mecanismo a través del cual se registró un número récord de formación de activos externos, conocida coloquialmente como “fuga de capitales”, durante la presidencia de Mauricio Macri.
El informe del Banco Central da cuenta del proceso de desregulación del mercado cambiario que, de la mano de un inédito endeudamiento del Estado en moneda extranjera, produjo una profundización del histórico proceso de dolarización de carteras por parte del sector privado, es decir, el cambio de activos en pesos por activos en dólares.
Hoy observamos las consecuencias de esta política reflejadas en la negociación de deuda con los acreedores. Lejos de utilizarse para mejorar la capacidad productiva de nuestro país, el Estado se ve envuelto en un fuerte condicionamiento por su posición deudora a nivel internacional, mientras sectores fuertemente concentrados acumularon riqueza que no se aplica en beneficio del fortalecimiento económico nacional.
A lo largo de la historia nuestro país sufrió una crónica escasez de divisas. Para paliar dicho efecto los sucesivos gobiernos llevaron adelante políticas para desincentivar el ahorro en moneda extranjera. Ya fuera a través de cantidades máximas de adquisición de dólares, o bien con la aplicación de precios diferenciados para el atesoramiento respecto de otros usos (como las importaciones de bienes y servicios) mediante impuestos o retenciones.
El macrismo, con Federico Sturzenegger a la cabeza del Banco Central, levantó todas las políticas relacionadas con la compra de divisas, no solamente a través de la eliminación de cantidades máximas (conocidas como “cepo cambiario”), sino también de la obligación de informar a la AFIP y el Banco Central para evitar maniobras delictivas o evasión fiscal.
Las consecuencias directas más sobresalientes fueron dos:
La primera fue que la formación de activos externos se aceleró respecto de la dinámica registrada en los 4 años anteriores, multiplicándose por 6 durante la era Macri. La formación de activos externos alcanzó los 86 mil millones de dólares entre 2015 y 2019, contra unos u$s15.000 millones durante la segunda presidencia de Cristina Fernández de Kirchner.
La segunda consecuencia fue el posicionamiento del Tesoro como principal proveedor de las divisas atesoradas por los particulares. El informe del BCRA distingue en este punto dos etapas, siendo la inicial la comprendida entre el inicio de la presidencia de Macri hasta la firma del primer Acuerdo con el FMI, en abril de 2018.
Primera etapa: endeudamiento inicial
En este período inicial el Gobierno decidió financiar sus déficits a través de endeudamiento externo. Tras una devaluación abrupta en el inicio, esto generó una apreciación del peso en términos reales que facilitó a particulares la adquisición de divisas a bajo costo. El Banco Central ofreció altas tasas de interés al ahorro en pesos e intervino en el mercado de cambios de forma directa, pero no logró evitar que el tipo de cambio fuera bajo en relación con épocas anteriores de nuestra historia.
La combinación de tipo de cambio bajo y nulas restricciones a la compra de dólares resultó en una fuga de capitales que alcanzó los u$s41.000 millones en poco más de dos años. El tipo de cambio bajo fue una política deliberada del macrismo que constituyó una transferencia de riqueza al sector privado, que se hizo de activos externos propiedad del Estado a un bajo costo.
Si el Gobierno hubiese aplicado políticas para desincentivar la compra de dólares, por ejemplo, al fijar su valor para atesoramiento, el Estado podría haber ahorrado al menosu$s 12.000 millones producto de las ventas de divisas.
Segunda etapa: llega el FMI
El esquema descripto entró en crisis durante 2018, cuando el Gobierno no consiguió renovar vencimientos de deuda en el mercado voluntario y debió recurrir a un rescate del Fondo Monetario Internacional. El informe del Banco Central la caracteriza como la segunda etapa de especulación financiera. En este período los desembolsos del FMI prácticamente coinciden con la formación de activos externos, de forma abiertamente contraria a lo prescripto por la Carta del organismo internacional, que prohíbe la utilización de fondos con esa finalidad. La salida de capitales de residentes alcanzó los u$s45.000 millones en esta etapa de casi un año y medio de duración.
Producto de la imposibilidad de contener la corrida contra los activos locales por parte del Banco Central, el tipo de cambio real fue más alto que en el período anterior. Sin embargo, el valor del dólar se mantuvo por encima de valores de referencia históricos, permitiendo a los inversionistas dolarizar convenientemente las ganancias extraordinarias que habían realizado en la etapa anterior. Podemos estimar en u$s4.000 millones la pérdida registrada por ventas de dólares por parte del Tesoro desde abril de 2018, lo que totaliza u$s17.000 millones para los 4 años de la presidencia de Mauricio Macri.
La cuestión se agrava cuando ahondamos en la dispersión entre compradores de dólares, información que también podemos encontrar en el informe publicado la semana pasada. Las mil empresas que más compraron dólares durante el macrismo explican la mitad de la venta neta de divisas en el período, casi u$s42.000 millones. Se puede estimar que esas empresas obtuvieron ganancias por más de u$s8.000 millones, cifra que constituye un 0,4% del PBI de esos 4 años, valor incluso mayor a los subsidios al transporte público y la energía durante 2019.
En cuanto a las personas, el 1% que más compró (poco menos de 67 mil personas) se dolarizó en más de u$s16.000 millones, recibiendo una ganancia de 3 mil millones, un 0,15% del PBI, cifra comparable con lo transferido a las universidades nacionales en todo el año 2019.
El proceso de formación de activos externos constituyó una transferencia de riqueza del Estado al sector privado. El endeudamiento del Tesoro en ese período superó con creces los pagos de deuda realizados. La formación de activos externos no hubiera podido tener lugar sin la provisión de divisas por parte del Estado, obtenidas a través de un endeudamiento con fondos de inversión internacionales y con el FMI.
Los sectores que se beneficiaron con estas políticas son los que hoy, ante la necesidad de enfrentar una crisis económica de alcance global, resisten la aplicación de un impuesto a las grandes fortunas, impuesto que de ser aprobado apenas compensaría una pequeña fracción de la acumulación de ganancias lograda en perjuicio del Estado.
(*) Economista del Centro de Estudios Atenea, docente de Economía Política de la Universidad Nacional de Lanús.