“Yo decía que nunca me iba a enfermar, que esto era todo mentira, que el Gobierno y los periodistas agrandaban las cosas. Hasta que lo viví: creo que la gente se tiene que concientizar de que esto no es joda”, dice Raúl Almirón, un changarín que a sus 45 años ostenta el nada envidiable récord de haber permanecido internado por covid-19 durante casi seis meses en el Hospital “El Cruce-Néstor Kirchner”, de Florencio Varela.
En proceso de rehabilitación por secuelas en la movilidad de un brazo que aún no le permiten regresar al trabajo, su caso es la evidencia concreta de la gravedad de una enfermedad que algunas voces insisten en subestimar.
“Con mis 115 kilos me creía fuerte, y uno sin saber opina cosas que no sabe, se deja llevar por la opinión de la gente”, cuenta Almirón desde su casa en el barrio varelense de “La Carolina”. “Hoy por hoy tengo miedo a enfermarme de nuevo, a que mis hijos se enfermen otra vez, y como ahora comprendo que esto es verdadero, le hablo a los vecinos para que tengan cuidado y tomen precauciones”, explica.
Un cuadro muy grave
Con la aparición de los primeros síntomas respiratorios, Almirón ingresó el 24 de julio del año pasado al hospital “Mi Pueblo”, de Florencio Varela, y al agravarse su estado fue derivado a “El Cruce” el 1 de agosto. Ahí comenzó su calvario que duró hasta la segunda quincena de enero, cuando fue externado. Claro que antes debió pasar por 146 días en terapia intensiva, con interminables sesiones de kinesiología para recuperar su capacidad respiratoria y su movilidad.
El jefe de terapia intensiva del establecimiento de alta complejidad, Nestor Pistillo, recordó que con obesidad e hipertensión, el paciente ingresó a su servicio “con una neumonía bilateral, presentando en ese momento insuficiencia respiratoria severa, y requirió ventilación mecánica rápidamente. Vino muy grave, al borde del paro cardíaco”.
Para el profesional, se trató de “un cuadro respiratorio severo que evolucionó, cómo en muchos de estos pacientes, hacia la disfunción múltiple de los órganos. Requirió apoyo con inotrópicos y diálisis para evitar la muerte. Y estuvo mucho tiempo para recuperarse de las secuelas pulmonares que le ocasionó el virus, por lo cual sacarlo del respirador fue muy difícil”.
Padre de siete hijos a su cargo –Raúl de 23 años, Priscila de 20, Jonathan de 19, Lautaro de 15, Mía de 13, Sabrina de 9 y Eva de 5–, Almirón sigue sin saber dónde se infectó, pero supone que fue en el transporte público. Y al volver a su hogar (con 51 kilos menos) sus hijos le contaron que atravesó por complicaciones tales como resucitaciones, diálisis, infecciones, depresión y hasta ataques de pánico frente al “destete” del respirador artificial.
“Cuando me lo querían sacar me entraba la desesperación y me agarraban ataques de miedo. Los médicos y yo luchamos mucho con eso, hasta que un enfermero habló conmigo, me explicó y me hizo entender que el tema mío era el miedo, pensaba que me iba a morir. Hasta que tomé coraje y me dije esto no me puede ganar”, recuerda. Primero fueron 8 horas al día respirando por sus medios, hasta alcanzar las 24 “sin el respirador, cuando le pude ganar. Empezaron a trabajar mis pulmones y el diafragma, pero es un proceso lento de curación”, relata Almirón.
Juan Pablo Peduto, kinesiólogo residente de segundo año, trazó su experiencia en relación a los cuidados prestados a Almirón. “Hubo un gran trabajo de todo el equipo de salud”, y destacó que abarcó aspectos no sólo profesionales. Por ejemplo, mencionó que le consiguieron “un celular para que pudiera contactarse con su familia a diario, lo que habla de que uno no debe enfocarse solamente en la parte médica o kinésica, sino pensar que está tratando a una persona que pasa por distintos estados emocionales y debe ser acompañada”.
“Raúl fue un paciente muy demandante pero era entendible que te exigiera y necesitara. Hoy tenemos su reconocimiento y uno se pone muy feliz”, analizó Peduto, al tiempo que lo definió como “un paciente con todas las secuelas que deja esta enfermedad y que mucha gente desconoce”. “No es que uno resuelve el caso respiratorio de covid y se terminó. Los pacientes con internaciones prolongadas quedan con muchas secuelas respiratorias, con mucha debilidad física y psicológica también”, añadió.
Los medios y la covid
“Los medios hacen su trabajo de informar a la gente, pero nos cuesta entender lo que nos están diciendo. Yo dudaba no porque no le creía al gobierno sino por los comentarios que hacía la gente: uno opina una cosa, otro otra, y uno va tomando de todos lados y se confunde”, dice Raúl al justificar su descreimiento inicial sobre la virulencia de la covid.
Para Arnaldo Medina, secretario de Calidad en Salud y director de “El Cruce- Néstor Kirchner” entre 2007 y 2016, “el desacertado manejo de la información no es inocuo en materia sanitaria, y mucho menos en el contexto de una pandemia”. “Sembrar sospechas desde los medios masivos sobre la efectividad de las vacunas, alentar la aglomeración de personas o convocar a la desobediencia de las recomendaciones oficiales directamente es un atentado contra la salud pública”, advierte.
Según Pistillo, Almirón “sobrevivió por cuatro motivos: el esfuerzo de todo un hospital público que no lo abandonó; por la calidad de la atención; por su voluntad y buena predisposición para superar las dificultades y, finalmente, por el amor incondicional de sus hijos”.
Como durante en su larga estancia en la terapia intensiva debieron pronarlo, es decir, rotarlo y ponerlo boca abajo y de costado para mejorar la función pulmonar, la covid-19 dejó secuelas en el hombro y el brazo derecho de Almirón. De heche, todavía no puede dormir boca arriba por la dificultad respiratoria que arrastra.
“Estoy muy agradecido a todo el personal del hospital que me volvió a la vida. Yo no creía en el virus, pero me contagié, me dejó seis meses internado y casi pierdo la vida”, dice Almirón. “Con la covid no se jode, les pido a todas las personas que se cuiden y cuiden a sus seres queridos. Es muy difícil y doloroso transitar esta enfermedad”, añade.