Wuhan, una urbe industrial de 11 millones de habitantes, estuvo paralizada por 76 días durante los cuales China mostró al mundo la velocidad de luz con la que construía hospitales y la disciplina y organización de sus habitantes para hacer frente a una situación inédita.
Un año después, en la metrópolis china donde se detectó el primer caso de coronavirus, los residentes practicaban hoy Tai Chi o trotaban en un parque a orillas del río Yangtze como si nada hubiera ocurrido.
Mientras la vida volvió a la normalidad en la ciudad, el resto del mundo batalla contra variantes más poderosas del coronavirus y hace esfuerzos por continuar con las campañas de vacunación pese a los retrasos en las entregas o a los suministros limitados.
Los habitantes de Wuhan ya pueden ir a discotecas y el toque de queda parece algo lejano.
“Me siento completamente seguro. La situación está bajo control y ya no tengo miedo”, afirmó Li Wenfu, un hombre de unos cincuenta años que lleva puesta una mascarilla negra, a la agencia de noticias AFP.
Porque aunque Wuhan no registró nuevos casos de Covid-19 desde mayo pasado, la amenaza del virus sigue ahí.
En las últimas semanas, varias regiones chinas volvieron a confinar a parte de su población después de brotes epidémicos limitados.
Huang Genben, estaba seguro de que se iba a morir cuando estuvo internado 67 días el año pasado y “escupía sangre”.
“Por la noche, cuando cerraba los ojos, no sabía si los volvería a abrir”, cuenta el hombre de 76 años, que se considera un “sobreviviente”.
Hoy no hay celebraciones oficiales, aunque la propaganda del Gobierno lo recuerda.
Ayer se estrenó un documental en los cines de todo el país para rendir homenaje a los salvadores y al “sacrificio” de miles de anónimos en el peor momento de la epidemia.
Titulado “Días y noches en Wuhan”, la película muestra a médicos que cuidan a los enfermos en hospitales donde la situación parece bajo control y evita detenerse en las muertes y el pánico que se apoderó de la ciudad al comienzo de 2020.
Wuhan aportó la mayor parte de las 4.635 muertes de China por Covid-19, un número que se mantuvo estático durante meses hasta que la semana pasada se registró el primer deceso por coronavirus desde mayo.
La ciudad estuvo en gran parte libre de más brotes desde que se levantó el cierre el 8 de abril.
Pero persisten las dudas sobre dónde se originó el virus y si Wuhan y las autoridades chinas actuaron lo suficientemente rápido y con suficiente transparencia para permitir que el mundo se prepare para una pandemia que enfermó a más de 98 millones de personas y mató a más de 2 millones.
La llegada la semana pasada de un equipo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recordó que la ciudad está en el centro de la investigación internacional sobre el origen del virus.
China anunció hoy otros 107 casos, elevando su total desde el inicio de la pandemia a 88.911.
De ellos, la provincia norteña de Heilongjiang representó el mayor número con 56. Beijing y el centro financiero oriental de Shanghái reportaron tres nuevos casos en medio de pruebas masivas y cierres de hospitales y viviendas vinculados a brotes recientes.
Las autoridades temen la posibilidad de un nuevo aumento en torno a las vacaciones del Año Nuevo Chino, que este año empieza en febrero, y le están recomendando a la gente no viajar y evitar las reuniones tanto como sea posible.
Las escuelas cerraron una semana antes del inicio de las vacaciones de invierno y el uso de mascarillas sigue siendo prácticamente universal en interiores y en el transporte público.
Las autoridades utilizan las aplicaciones de los teléfonos para rastrear los movimientos de las personas y detectar si estuvieron en áreas donde hubo casos sospechosos.